lunes, 22 de agosto de 2011

i am

Y tal vez te canses, te acaben por aburrir las noches vacías y esta melancolía barata que llega hasta tus pulmones sin saber muy bien por qué. Quizá te duelan demasiado los brazos como para seguir sujetando una carga tan pesada. Siempre supiste que ella no era como las demás. Que sus ojos siempre acababan por traicionarla. Que lloraba siempre sin saber el motivo, cuando toneladas de recuerdos caían sobre su espalda. Que nunca estaba segura de nada, ni siquiera de sí misma. Que era experta en correr detrás de aquellos que ni siquiera volvían la vista atrás para mirarla. Que disfrutaba la compañía hasta que la pena se le volvía a enquistar otra vez aquí, muy cerca de donde tus manos intentaban perderse de nuevo. Aún así, querer se le daba bien, aunque no fuese a plazo fijo, nadie dijo que en esta vida las cosas tuvieran que tener la etiqueta del “para siempre”. Pero eso sí, nunca se atrevía a mirar al frente, el futuro era como una mancha negra que prometía devorarlo todo, hasta el último resquicio de felicidad que a veces coloreaba sus mejillas. Hasta la última sonrisa que le robó aquel desconocido una tarde de viernes, hace ya tanto tiempo. Su mundo está lleno de vidas paralelas, pero nunca sabe cómo encajar en la de los demás, o cómo interpretar bien su papel. Por eso, algunas noches, se tumba en la cama y sueña con poder despertarse lejos otra vez, poner todos los datos a cero, y salir a conocer cualquier lugar perdido. No te lo tomes como algo personal, quizá el viento cambie de dirección y la sacuda tanto por dentro que acabe por querer quedarse aquí, con un mensaje de buenas noches entre sus manos y un cosquilleo subiéndole por sus piernas.

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